Psykick Lyrikah y otros tesoros del equilibrio

30.03.2009

Ahora ya sabemos por qué le llaman Roberto El Magnífico. Porque una despedida de la undécima edición de ZEMOS98 tan divertida, imprevista y por la patilla como la que se marcó el hombre-máquina y bajista de Psykick Lyrikah no sucede así si no te llamas Robert Le Magnifique.

Cuando los otros dos miembros de Psykick Lyrikah, Olivier Mellano y Arm, abandonaron el escenario, le pidieron al dj que se marcara un poco de su arte en solitario. Y se lo marcó scratcheando los vinilos y dándole fuerte al bajo, arrancando unos bailoteos al público de base del Teatro de la Alameda, que no dudó en corearle "Robeeeertoooo, Robeeeertoooo".

Robert Le MagnifiquePero este fue el momento final. Rebobinemos. Olivier Mellano, viejo conocido de los aficionados hispanos el pop francés más intenso gracias a su papel como guitarrista de Dominique A, Yann Tiersen o su anterior grupo, Mobiil (y también escritor), no entendía por qué habían sido contratados para el ZEMOS98 ya que su show no es audiovisual. Pero detrás de él hay una pancarta que dice "la educación puede suceder en cualquier momento, en cualquier lugar" así que le pido que se gire para que la lea. Después de charlar con ellos por un buen rato, yo tengo clarísimo por qué están aquí, y ellos también.

Sus proyectos paralelos -como es el caso del ciné-concert de Mellano o las adaptaciones de Shakespeare (Hamlet y Ricardo III) que han realizado Arm y Robert y que han llevado también a las escuelas para trabajar en talleres con niños que ahora entienden mejor al dramaturgo gracias a la adaptación al fraseo del rap- les sitúan en el mundo como artistas y comunicadores que han entendido el concepto de remix tal y como se maneja en ZEMOS98. Es más, ellos también hacen posible que la educación suceda en cualquier momento (ayer) y en cualquier lugar (un concierto, una entrevista).

Ahora que cae la noche y el festival se ha terminado, recuerdo del último concierto la foto mental que marcaría como fave en Flickr: la figura rotunda de Arm, de inmovilidad arrasadora y silencio corporal tan expresivo como sus palabras, marcaba el centro del escenario. Olivier rasgaba a su izquierda. Un baile de seducción entre el hip-hop que uno representa y el rock que el otro desarrolla.

No me olvido de la iluminación sin derroches pero precisa y contundente, que puso los acentos en las palabras adecuadas.

Con el amargor+ardor propio de una última jornada de festival es hora de coger todas estas palabras y remezclar el futuro.

C’est tout. Merci beaucoup. À bientôt.

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